Cualquier tarde de aquellas
en las oíamos música, tratábamos de
descifrar los sonidos.
Sin pensar, sin pensar…..
Ál fondo del corredor, ella, el sonido del piano,
los siniestros ecos del tórculo
atormentando el papel.
Me hablabas de lo poco y mucho que eramos,
yo a través de los cristales volaba lejos,
allá, al trasfín de la imaginación.
Todo estaba dicho,
Carolina hablaba y reía infantilmente,
sin pensar, sin precisar……
Al final, lejos, censurado, arrollado por la vida incisiva
nos dejaban arrestado.
Recuerdo – habitación – cerámica –
– 1 – 2 – 3 – libros y libros
apiñaban la estancia, todo estaba
dicho.
Leopoldo Emperador 1978