Fronteras Africanas

Jonathan Allen.

            En 1992, Emperador presentaba en el CIC grandes máscaras y rostros totémicos en hierro, unidos a elementos y signos geomé­tricos muy diversos. Este collagismo en tres dimensiones, a veces más cerca del relieve que de la escultura se decantó entre la citada fecha y 1995 hacia formas iconográficas semiabstractas, surgiendo seres y per­sonajes en las dos exposiciones que el escultor tituló Na-àNIMIS  (Centre d’Art de Santa Mónica, 1993 y Casa Gourié de Arucas, 1995).

La volumetría plana con inflexio­nes curvas que servía los fines de un africanismo pictórico trasladado al hierro ha dado paso al final de la dé­cada a un refinamiento formal y a composiciones más clásicas donde el modelado es más sutil y más sinuoso, sin perder de vista el aspecto primiti­vista que caracteriza esta etapa de la producción de Leopoldo Emperador.

En esta etapa el escultor aúna múltiples referencias a las formas vanguardistas clásicas del siglo con su gusto siempre subyacente por la geometría dura y rectilínea. En Bazaar, parte de cuya obra se reex­pone en Baraka, asistíamos a una fi­guración escultórica elaborada y ma­dura, a imágenes de composición estudiada y acabada con reminiscen­cias déco, brancusianas y giacomet­tianas. Esta nueva manera que reve­la además una soltura y experiencia técnica superior, (a principios de la década el corte tendía a ser el proce­so sobresaliente) nos brinda compo­siciones delicadas como es el caso de Perplejidad, comentario no exento de humor sobre la maternidad, pieza llena de equilibrios que nos propone una especie de coreografía para ba­llet entre madre, bebe y carrito.

Sueños húmedos. 2000. Técnica mixta sobre papel.

Asimismo el humor domina varios retratos, como Mi amigo el poeta y el autorretrato como Bebedor de cerve­za, que deberíamos clasificar junto al bodegón que el artista presentó en la exposición Arte a la Carta de la Galería Vegueta.

Formalismo y estética

El gusto de Emperador por las torsiones leves, las incisiones diseña­das y los patrones zigzagueantes se manifiestan en este repertorio sobre el cuerpo, en el caso de una obra como Mujer portando un objeto mini­malísta, de 1998. La evolución lineal de su escultura se evidencia en pie­zas como la quimérica Hombre flor de lotoy Otomana, ambas imágenes que llevan el cuerpo a una ductilidad surreal y denotan otra de las tenden­cias quizá menos comentadas del ar­tista, su manera barroca. El formalis­mo y la estética convergen en el hermoso busto Beso, cuya aerodiná­mica lisura no es estática ni fija, sino ágil y fluida.

En la exposición de la Galería Punto de Encuentro también se nos ofrece el grato reencuentro con la pin­tura de Emperador, que si bien más abundante hace algunos años siempre ha estado presente a lo largo de los 90 acompañando su trabajo escultórico. El espíritu de la alegoría multicultural que emanaba la imagen pictórica en la exposición  Oekoumene,  (Galería Vegueta, 1986) y que también se ha­bía manifestado en instalaciones a fi­nales de los 80, con su síntesis pro­puesta entre color y materiales africanos y sentidos visuales occiden­tales vuelve a presidir la pintura que se muestra en Baraka.

A las puertas del paraíso. 2000. Técnica mixta sobre papel. Colección del artista.

Esta vez la diferencia reside en acentos críticos y reales que subrayan la trágica historia reciente de la emi­gración negra subsahariana a las islas Canarias, diferencia que el artista con­centra en imágenes de la mortal travesía marina entre las islas y el continen­te vecino. A las puertas del Paraíso es una satírica actualización del archifa­moso cuadro de Théodor Géricualt, que se presentó en el Salón parisino en 1819; esta coincidencia señalada por el crítico Franck González en el texto del catálogo es aún más contundente si pensamos que el terrorífico incidente del hundimiento de La Medusa acaeció en las costas de Senegal, no tan lejos de Canarias. Otro cuadro, Con el agua al cuelloahonda en la tragedia del naufragio. No obstante la imagen que se alza sobre todas en Baraka es, a mi juicio, el políptico Sueños húmedos, imágen impregnada de simbolismo y expresión poética.

Con el agua al cuello. 2000. Técnica mixta sobre papel. Colección del artista.

Una negra joven yace dormida en un bote a la deriva entre dos tierras; sobre su vientre encontramos un mapa mientras su dedo que roza la superfi­cie del agua describe en ella una espi­ral. La inacabable serpiente trazada en el océano junto al semáforo suspendi­do en el aire que prohibe el paso a la nueva tierra actúan como metáforas de un destino encarcelado y sin solución. Los tonos nocturnos de los azules, el uso del negro, el rojo, el amarillo y el verde se conjugan en un colorismo pri­mario que por ello no dejan de conce­derle una fuerza casi surreal a esta vi­sión del viaje azaroso y desigual entre dos culturas.

29 de Noviembre de 2000